Los inversionistas, especialmente chilenos, tendrán más ánimo para tomar decisiones de negocio.

El también director de empresas se refiere a lo “gravitante” de esta elección para el país y su modelo de desarrollo.

¿Cómo lee los resultados de estas elecciones y qué tan sorpresivos fueron respecto de sus expectativas?
Mis expectativas, basadas en las últimas encuestas, se cumplieron parcialmente, porque si bien creía que los partidos a la derecha del centro iban a ganar, no creía que el Partido Republicano iba a crecer tanto como lo hizo. Con el resultado obtenido hay una razonable posibilidad de que las utopías, descalificaciones, y revanchismos del último proceso constitucional no se repitan.

¿Por qué cree esto?

Por las declaraciones de los ganadores, donde parecería que ellos dialogarán con los elegidos por la izquierda y otras coaliciones con respecto, sentido patriótico y seriedad que faltó en el fallido proceso anterior. Además, son alentadoras las declaraciones de algunos candidatos elegidos por el partido Republicano en el sentido de que no ejercerán irrazonablemente el poder de veto que pueden haber alcanzado.

Con este nuevo escenario, ¿Qué tanto podría cambiar el estado de ánimo de los inversionistas respecto de sus decisiones de negocio?

Indudablemente, los inversionistas, especialmente los chilenos, ahora tendrá más ánimo para tomar decisiones de negocio que no puedan seguir postergando. Respecto a las de mediano y largo plazo, seguramente quedarán a la espera de que esa mayoría se ejerza con moderación, en concierto con los sectores menos radicalizados de la izquierda, de tal modo que se logre conservar los elementos centrales de la tradición constitucional chilena y se de cauce, al mismo tiempo, a cambios necesarios, bien fundados y graduales.

¿Qué aspectos de lo planteado por la Comisión Experta se deberían mantener con la composición del nuevo órgano?

Los empresarios estarán muy atentos a que la nueva Constitución contemple, entre muchos otros elementos importantes, una efectiva separación e independencia de los tres poderes del Estado, con razonables pesos y contrapesos; un respeto efectivo a la libertad de prensa; un adecuada protección al derecho de propiedad, en todas sus formas, incluyendo, por supuesto, a la propiedad intelectual; la libertad para elegir quienes atenderán sus necesidades en educación , salud y previsión social; y, en general, disposiciones realistas para hacer que en Chile tengamos efectivamente, un Estado con estabilidad económica y política y con crecimiento sostenido.

¿Una vez encaminado este proceso ¿Cuáles son las otras preocupaciones del empresariado para reactivar sus proyectos?

Además de un posible resultado adverso del plebiscito de salida que ya he mencionado que deje abierta una incertidumbre constitucional (que se puede encausar indebidamente cuando las mayorías electorales cambien), las preocupaciones de los inversionistas seguirán siendo, entre otras, la inestabilidad de larga data respecto a la tributación que los afecta; la tentación recurrente de algunos sectores de gravar el emprendimiento, sin medir adecuadamente las consecuencias de ello en el crecimiento del país; la demora y dificultades innecesarias para conseguir permisos administrativos (incluyendo aquellos que cuiden efectivamente nuestro medio ambiente) que hacen muy inciertos y costosos sus nuevos proyectos de inversión; la presencia o ausencia de una razonable flexibilidad laboral; la judicialización posterior de proyectos ya aprobados o implementándose; y, muy especialmente, la forma como se combatirá – ojalá con efectividad y un apoyo amplísimo de la ciudadanía – el aumento exponencial de la delincuencia y el narcotráfico.

¿Qué tan fortalecido sale el país y sus instituciones tras este proceso?

Una vez más, Chile, da testimonio – después de un proceso eleccionario impecable – de que goza de una institucionalidad política sólida, que le está permitiendo salir pacíficamente de los efectos de un estallido social violento y muy perjudicial para todos. El acto electoral de hoy es un ejemplo más de respeto de los chilenos a la democracia y una prueba adicional de nuestra resiliencia institucional, lo que nos debería llenar de legítimo orgullo.