Jorge Carey: Orgulloso de servir

Jorge Carey, ganador del premio 2016 a una vida de logros de Latin Lawyer [2016 lifetime achievement award], conversa con Vincent Manancourt acerca de una vida dedicada a impulsar la institucionalización en el mercado jurídico de Chile, a defender a su país en el caso más largo de la historia del CIADI y a la camaradería con líderes de talla mundial

En agosto, la presidenta chilena Michelle Bachelet realizó una Visita de Estado a México, la primera desde que Enrique Peña Nieto asumiera en el cargo en 2012. Como parte de la intensa agenda de trabajo de dos días, ambos jefes de Estado fueron los anfitriones de un foro de fomento al comercio internacional e inversiones entre ambos países, para empresarios y líderes sectoriales. También estuvo presente Jorge Carey, uno de los ganadores del premio 2016 a una vida de logros de Latin Lawyer. Minutos antes de que comenzara el foro, quien lideraba a la delegación chilena se acercó a Carey con una petición: ¿podía decir algunas palabras a nombre de todos los asistentes chilenos? “No siendo empresario, esto fue una total sorpresa”, recuerda Carey. “Pero accedí, subí al podio con nuestros dos presidentes, ¡y tuve que improvisar!”

No es poco común para este hombre de 72 años hallarse en situaciones como esa, y eso dice mucho de su estatus en el país. Sea que acompañe a los presidentes de Chile alrededor del mundo, represente a su país pro bono ante el CIADI, o jugando un papel fundamental en la solución de la crisis de deuda sudamericana de los 80, Carey ha estado al centro de todo eso durante prácticamente medio siglo. Es quizás por eso que, en 2015, una revista local nombró a Carey como una de las 12 personas más influyentes en Chile. Al hablar de este singular reconocimiento es, como ha de esperarse, modesto. “Fue un shock verme en la portada de la revista y sigo pensando que debe haber sido un error”, afirma. Al presionarlo, alude a su aporte para convertir a su estudio jurídico, Carey, en el portento legal que hoy en día es, como la razón más probables para su inclusión en aquella lista.  “No me gusta darme importancia, pero soy el líder del mayor estudio jurídico de Chile. Así que mi inclusión es más un reconocimiento a cuán influyente es el estudio que a cualquier cosa que yo, personalmente, haya hecho”.

“Predestinado”

Hijo y nieto de abogados, Carey siempre supo que seguiría los pasos de su padre y su abuelo. “Estaba predestinado”, dice. Como era de esperar, tras graduarse del prestigioso Saint George’s College en Santiago, entró a Derecho en la Pontificia Universidad Católica, considerada por muchos la mejor universidad de Chile y, conforme al Ranking de Mejores Universidades elaborado por la empresa británica de investigación educacional Quacquarelli Symonds, entre las tres mejores de Latinoamérica. Mientras estaba allí, y gracias a un profesor que lo inspiró de manera particular, desarrolló un enorme interés por el derecho tributario. “Mi profesor de derecho tributario, Gustavo Serrano, era humilde e inteligente”, recuerda Carey. “Era único en aquellos años, porque no solo se paraba frente a la clase a dar cátedra; pedía nuestra opinión y siempre pensaba que cabía la posibilidad de que él no estuviera en lo cierto. Creía en que solo se llega a la verdad a través del debate”.

Carey se graduó en 1966 como el mejor de su clase. Sus buenas notas le llevaron a ganar una beca Fulbright, que utilizó para seguir adelante con su pasión por el derecho tributario, inscribiéndose en un Máster de Derecho en la Universidad de Nueva York. Se graduó entre los primeros de su clase allí también, y poco tiempo después comenzó a trabajar en el estudio de su abuelo -en ese entonces llamado Carey & Co –. Muy pronto se hizo evidente, sin embargo, que el joven Jorge Carey necesitaba experiencia internacional, de manera que a principios de los 70 volvió a Estados Unidos, donde comenzó a trabajar como abogado en el Fondo Monetario Internacional (FMI). Rápidamente se aclimató y comenzó a involucrarse en el proceso de reemplazo del gobierno nacionalista chino, que había partido a instalarse a Taiwán y perdido el control en el continente, con la República Popular China como el representante del país ante el Fondo. Aun así, Carey deseaba más experiencias, y apenas nueve meses después de comenzar en el FMI, lo abandonó para asumir un cargo en la Corporación Financiera Internacional (IFC), el organismo del Banco Mundial para el sector privado. En la IFC lo hicieron encargado de la parte legal en el manejo de préstamos al sector privado para proyectos en el Cono Sur de Latinoamérica, un papel que implicaba mucho viaje y negociaciones con abogados locales y consorcios de bancos. Fue allí donde el temprano interés de Carey por lo tributario se vio sustituido por una inclinación hacia el financiamiento de proyectos y el derecho societario. Esto, junto al conocimiento y las destrezas técnicas adquiridas en la IFC, terminaría beneficiando posteriormente a su estudio jurídico. “Una de las razones por las que nuestro estudio creció tanto en los 80 y 90 fue que podía atraer a los grandes clientes financieros. Debido a que conocía las complejidades de ese mundo, podían confiar en mí. Y una vez que logramos tener a uno o dos de los bancos grandes, los demás siguieron”, indica.

La construcción de una institución

A su regreso a Chile, en 1974, Carey se dedicó a institucionalizar lo que por ese entonces era más bien un estudio empresa familiar. “Abrimos el estudio y establecimos una forma distinta de gobierno corporativo”, señala. Posteriormente, el estudio adoptó una estructura que ya se utilizaba en los principales estudios jurídicos estadounidenses y británicos, en la cual el avance de la carrera se basa únicamente en el mérito profesional. Esto significó que Carey se deshiciera de su 40% de participación en la sociedad, decisión de la cual dice no arrepentirse. “Fue una sabia decisión. Este sistema ha significado que podamos reclutar y mantener a un excelente grupo de abogados porque se sienten en igualdad de condiciones y parte del proyecto”, dice. Bajo la estructura de gobernanza, cerca de un 75% de las utilidades se distribuyen a partes iguales entre los socios, mientras que el 25% restante se reparte conforme a una serie de criterios objetivos y subjetivos tales como  en qué medida se ha demostrado un socio como parte del equipo.  Carey insistió desde un principio en que el estudio no adoptaría una estructura del tipo “como lo que cazo”, un sistema de remuneración en el que los ingresos de los socios se calculan conforme a cuántos negocios generan para la firma. “Comerloquecazas genera divisiones. Con ese sistema se tiende a dar una competencia entre los socios respecto de quién aparece aportando más clientes e ingresos”, opina el abogado. “Preferimos un enfoque colectivo, en el que los clientes son del estudio. Un abogado puede incluso ser penalizado por no entregar a un colega más calificado un cliente que haya atraído al estudio”.

El énfasis de Carey en la colaboración en vez de la competencia es parte de una estrategia de larga data para volver el estudio un lugar de trabajo agradable. Por eso también siempre ha insistido en contar con una cultura inclusiva. “Somos muy liberales en el sentido de que nuestro equipo está conformado por individuos de diversas creencias y provenientes de entornos muy distintos”, señala, agregando que este enfoque no es en Latinoamérica algo tan estándar como lo es en Estados Unidos o el Reino Unido. Como prueba del tipo de relaciones que los abogados desarrollan con el estudio, Carey cita los comentarios hechos por un antiguo socio, Ricardo Escobar, que destaca la atención que los socios más antiguos prestan a los más nuevos. “Me enorgullezco muchísimos de eso, porque la cultura no es algo que se desarrolle de la noche a la mañana. Es algo en lo que he trabajado por los últimos 30 a 40 años”, señala.

Jorge Carey (izq.) recibe el premio a la trayectoria de Latin Lawyers de manos del ganador del año pasado, Carlos Urrutia (der.), de Brigard & Urrutia Abogados de Colombia.

Impulsar la institucionalización en el estudio de su abuelo fue uno de los momentos descollantes para Carey durante los 80, pero no es, en caso alguno, el único. Otro fue haber trabajado en la crisis de deuda soberana en 1982 y 1983. Considerada la peor contracción económica de Chile desde la Gran Depresión, la crisis de 1982 incluyó un retrocesos de más del 14% en el PIB del país, y un desempleo que alcanzó al 24%. Es algo comúnmente aceptado que la causa de la crisis fue la sobrevaluación del peso chileno y un excesivo endeudamiento del Estado. Con la experiencia de haber trabajado en dos de las más prestigiosas organizaciones del mundo financiero, Carey, en ese entonces de 39 años, de pronto se halló en alta demanda por parte de los acreedores de Chile. “Era difícil de creer que estuviera realizando un trabajo de tamaña importancia a esa edad. De hecho, representaba a los acreedores extranjeros de Chile en la mayor crisis de deuda soberana que el país hubiera vivido”, declara.

Ese periodo también estuvo marcado por un aumento del trabajo en fusiones y adquisiciones para el joven abogado. El gobierno del general Augusto Pinochet, que había llegado al poder mediante un golpe militar en 1973, estaba privatizando muchas empresas que habían sido expropiadas por el anterior presidente, el marxista Salvador Allende. Carey tiene sentimientos encontrados acerca de ese controvertido periodo de la historia de Chile. “Fue muy doloroso, porque vivíamos bajo una dictadura y se estaban perpetrando violaciones a los derechos humanos. Pero debo decir que la transformación económica que se llevó a cabo durante los años de Pinochet claramente estableció las bases del éxito económico que Chile ha experimentado desde entonces”, afirma.

Carey tomó las riendas del estudio en 1985. Su hermano menor, Jaime, se le unió a poco andar para compartir las tareas de administración. Jaime se convirtió en Socio Administrador, mientras que Jorge asumió el rol de Socio Principal, que implica, entre otras responsabilidades, participar en la decisión de cómo distribuir las utilidades restantes que se comparten entre los socios. Tanto Jaime como Jorge han sido reelectos siempre desde que asumieron sus cargos. “Mi hermano y yo podríamos ser sacados por una mayoría de los socios en una votación secreta por papeleta en el momento que ellos decidieran. Sospecho que el que no lo hayan hecho tiene mucho que ver con eso de diablo conocido”, bromea. Jorge Carey ha resultado ser tan popular que cuando fue el momento de entregar el cargo de Socio Principal, los socios votaron para mantenerlo en el cargo – la única forma en que se puede generar una excepción. Carey no lo pensó dos veces para aceptar la oferta. “Lo he pasado fantástico con lo que hago. Y tengo muchos clientes que confían en mí y aún hago mucho trabajo para la firma. Así que me gustaría mantenerme acá hasta que mis socios sientan que ya no soy un aporte”, declara.

Jorge Carey (izq.) junto al ex presidente de Chile Ricardo Lagos (der.)
En la escena mundial

Es un hecho que, incluso a sus venerables 72 años de edad, Carey sigue siendo tan indispensable para su país como lo es para su estudio. Desde el 2002 ha representado a Chile, pro bono, en el más extenso caso entablado ante el CIADI en contra de ese país. El caso se centra en un diario de izquierda, El Clarín, expropiado en 1973 por el general Pinochet. El español Víctor Pey Casado, un empresario de 100 años de edad, alega haber sido el propietario del diario en ese momento, y buscaba obtener cerca de USD $800 millones en indemnización. En el 2013, para sorpresa de Carey, se ordenó a Chile pagar USD $10 millones en perjuicios, luego de que el tribunal que vio la causa decidiera que Chile contravino el trato justo y equitativo estándar en virtud de un tratado comercial bilateral con España. Si bien los USD $10 millones representaban una fracción del monto demandado por Pey Casado, Chile y Carey optaron por perseguir la anulación del fallo, y ganaron. “El fallo nos era inaceptable porque ponemos en duda el que el Sr. Pey Casado hubiese sido en algún momento el propietario. Contamos con pruebas de que los fondos por él desembolsados para comprar el diario provenían en realidad de Cuba y Checoslovaquia. De manera que el propietario es probablemente Fidel Castro o alguien del bloque soviético, pero no el Sr. Pey Casado”, señala, recalcando que el tratado comercial entró en vigencia 20 años después de la confiscación del diario. “Estamos en estos momentos dando la misma batalla por el tema nuevamente. El laudo saldrá en cualquier minuto”. Pey Casado sostiene que su editorial fue ilegalmente confiscada por el Estado chileno durante la dictadura de Pinochet.

Como agradecimiento por llevar a cabo esta tarea de manera gratuita, Carey ha sido invitado por antiguos y actuales presidentes a asistir a diversos eventos oficiales. Uno en particular fue el viaje a Irlanda junto a Ricardo Lagos, presidente de Chile entre el 2000 y el 2006. “Estuve una o dos noches en la residencia oficial del gobierno irlandés, creo que era un antiguo palacio de la familia Guinness, y después fuimos a ver las tropas y nos hicieron un saludo – es decir, ¡ese es un tremendo pago!”, dice. El recuerdo de Carey de ese viaje en particular es una fotografía de él con el presidente Lagos delante de un busto de Bernardo O’Higgins, miembro de una familia de la nobleza irlandesa que lideró a los chilenos en su liberación del yugo de la corona española. “Lagos me envió esta foto. Bajo la fotografía había escrito ‘A Jorge Carey en testimonio de amistad y un gran viaje a la tierra de sus ancestros”, dice Carey, cuyo bisabuelo era irlandés. A través de estos viajes Carey ha logrado conocer a cuatro de los presidentes más recientes de Chile, y los admira a todos (incluso si no siempre concuerda con sus políticas). “Siempre que salgo al extranjero con nuestros presidentes me siento orgulloso de ser chileno, porque son todos personas muy cultas e inteligentes”, afirma.

Pero la esfera de influencia de Carey se extiende mucho más allá de las fronteras de Chile. Como alto integrante de diversas cámaras de comercio, se ha codeado con diversos líderes mundiales a través de los años. Si bien tiene muy buenos recuerdos de reuniones con algunos de la talla de George Bush Sr., Margaret Thatcher y Stephen Harper, tiene particular debilidad por la que sostuvo con el ex premier canadiense Jean Chrétien. “Jean es uno de los hombres más divertidos que he conocido en la vida. En reuniones serias siempre lanzaba alguna broma y nos hacía reír frente a la prensa, y no podíamos decir por qué nos estábamos riendo porque eran chistes subidos de tono”, recuerda. “Pero al mismo tiempo podíamos conversar también de temas profundos, tales como el aborto, la reforma tributaria y la economía”.

Pese a codearse con personas de alto nivel y a su trabajo pro bono de alto perfil, Carey insiste en que su prioridad profesional sigue siendo el estudio jurídico que lleva su apellido. Y si bien le entusiasma la idea de seguir trabajando allí por el tiempo que sus socios lo permitan, cuando llegue el día de retirarse lo hará sin quejas ni arrepentimientos. Como director de diversas sociedades y partícipe en instituciones de beneficencia, seguirá estando ocupado, dice – por no hablar de un hándicap en golf de (casi) un dígito y una pasión por la historia que debe mantener. ¿Su mayor logro? Por supuesto su familia (casado hace 50 años, cinco hijos y 15 nietos), pero también su estudio. “He sido parte de esta gran carrera que Carey ha experimentado en los últimos 30 años, desde ser solo un pequeño estudio jurídico familiar hasta convertirse en el mayor y, algunos dirían, más influyente de los estudios del país. Pero este no es solo un logro mío, es del estudio. Nuestro estudio ha sido mi vida”.